Ir al contenido principal

Destierro

Dejo
antes de que no haya nada que dejar.
Dejo
para después poder regresar por algo.

Para que mis laderas cesen
de traspirar recuerdos,
para que el pasto del silencio
crezca sobre mis labios.

Dejo para no seguir
intercambiando pesos y medidas
grises con el tiempo, vociferando
con quieta desesperación
pasos callados.

Dejo para estar
espalda con espalda con la tierra,
contemplando cielos insepultos,
esperando juntos el ocaso
que nos haga uno
y con la tierna hierba del olvido
creciendo sobre mis párpados.

Dejo
para terminar de alguna forma,
para no andar arrastrando
con violenta resignación
palabras inmóviles.

Dejo, en fin,
abandonando, partiendo,
moviendo, articulando,
uniendo, creando y parodiando
múltiples formas de dejar,
y deseando
que los hambrientos pastizales de la ausencia
florezcan, feroces

sobre mis párpados.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Escala 2:100

“ An angry man, that is my subject” Ilíada, I, 1 Traducción de W.H.D. Rouse Cada palada, una herida en el vientre del río profundo, anchuroso. Con violencia medida, con una furia tranquila, el hombre contenido en el bote, avanzando en la tarde noche. El sol cayendo lerdo, anguloso. Al fin, la otra orilla. Los pies en el barro, arrastrar el bote unos metros tierra adentro. Los perros conocidos que se acercan a olisquearle los pantalones, las alpargatas. La casa allá arriba, al lado de un sauce viejo. Sale el otro, mate en mano, la otra mano a la cintura. -Cayó piedra sin llover. Le pega una chupada al amargo, cebado en un pomelo cortado a la mitad. -Lisandro- lo nombra el recién llegado. -Orestes- dice el otro. Se quedan parados, como midiéndose, unos minutos. El dueño de casa silba algo y se detiene enseguida, una melodía irreconocible, acaso inexistente. El visitante comienza a armarse un cigarro, como sin apuro. -Pero no te quedés ahí parado. Pasá, chamigo...

El Infiernísimo

Salmos, CXXXIX, 8. La foto De izquierda a derecha. Parados: Pablo Briones (mejor conocido como “el Loco Canción” ), el Carucha (orejón, los ojos siempre entrecerrados), los mellizos Juan y Santiago Del Pozo, el chileno Harold (que le decían “Chileno” , por la tonada, se había criado en Mendoza), Facundo Parra, Matías Montenegro (el “Rulo” ), el “Nene” Sapienza, Hugo Miranda y yo (el único con saco y anteojos negros, claro). Sentados: Hernán Paillalef, Lalo Briones (primo de Pablo), Juan Pannunzio (el “Pibe Palangana” ), Samuel Santana, el Juanca Di Lorenzo con su hijo de siete años (idénticos, calcados), el “Chita” Martínez y Manuel Tadeo Jiménez. Todos estos nombres están más o menos cambiados, más o menos inventados (menos los apodos). Mejor así, para que no estorben. Para que no me ganen la bronca o la tristeza, para que haya una distancia entre esas personas y yo ahora, al hablar de ellos y de esos tiempos. La llegada Llegué a Cabo Esperanza en pleno ver...

Un Mundo de Escritores

Soy escritor. Pienso que ser escritor es, primerísima e insoslayablemente, pensar como escritor, subordinarse una y otra vez a la ardua labor de ser escritor, mirar la vida veinticuatro horas al día con ojos de escritor. Soy escritor y tengo un dilema. Un dilema de orden epistemológico, llamémoslo así. La vida se me presenta indistintamente con rostros trágicos o cómicos, a veces funde ambos en un solo híbrido horroroso, y otras (cada vez las más comunes) me enseña los hechos llanos, desprovistos de rostro alguno, como invitándome, incitándome a estamparle alguno yo mismo. Veo la vida como una colección de escenas sueltas, exentas de argumento. Como una película casi muda, de actores impávidos, una película a la cual hay que agregarle una música de fondo arbitrariamente adecuada. Y no hay preludios ni epílogos. Todo es urgente, todo es acto. Por caso, esta mañana salgo de casa y voy hasta la terminal del colectivo. A propósito, es necesario aclarar que ya está construida la nuev...