Día 1.
Santiago llegó temprano, a eso de las nueve y media, y ya habíamos
lavado un tanque de doscientos litros para el primer mosto. El viejo
Ares había llegado a las siete de la mañana, ahora viene en
bicicleta, porque dice que en colectivo gasta mucho. Yo le digo que
el gasto no lo hace él sino Santiago, que él le da la plata para el
pasaje aparte. Él chasquea la lengua mientras saca la tabaquera y se
va armando un cigarro (el décimo de la mañana, le calculo). “Para
el caso es lo mismo”,
dice. Yo pienso: “Éste
ahora se va a venir más temprano y se va a ir más tarde para que no
vean que viene en bici”.
Santiago miró un
rato, dio un par de indicaciones y se fue. Seguro a la tarde se pega
otra vuelta, ojalá se acuerde y me traiga un colador como la gente,
lo vamos a precisar. Con suerte, hoy molemos todo el Cabernet, serán
unos trescientos cincuenta kilos.
“Dale, fumate
un armado”,
me dice el viejo Ares, ya me armó uno. Un día de estos dejo de
fumar. Pego la primera pitada, son fuertes, mientras miro los tanques
llenos de uva. La cosecha fue pesada, no terminaba más.
El viejo Ares
habla y habla, no sé de qué. Así va a ser difícil, pienso.
A 4 kilómetros.
Con un viento más o menos leve en contra, pedalea firme el primer
trayecto al borde de la ruta, unos cincuenta metros, banquina
pedregosa, el sol allá adelante cayendo rápido, un aroma suave,
dulzón en la nariz, la garganta seca.
Día 7.
Con el calor que hizo ya va siendo tiempo de colar el primer mosto,
le dije ayer a Santiago.
-¿Qué está
haciendo Ares ahora?- me pregunta.
Hace una semana
que está desbrozando, cinco días para un trabajo de dos, a lo mucho
tres días.
-Está
desbrozando- le digo.
-Bueno, cuando
termine lo que está haciendo que te ayude- dice. Sube a la Toyota y
se va. Queda la pura polvareda. Si lloviera un poco nomás, qué
alivio sería.
Lo voy a buscar al
viejo Ares. Está fumando un cigarro, con el tractor prendido en
punto muerto.
-¿Ya se fué el
viejo?- pregunta, busca, construye complicidad.
Lo esquivo, le
digo que mañana vamos a seguir con el vino.
-Y bue- dice-.
Peor es estar parado en la casa sin hacer nada- con ese gesto suyo de
cansancio infinito, como si le estuviera pidiendo que levantara el
tractor con las manos.
Pego la vuelta.
Otra vez me olvidé de pedirle a Santiago el azufre para quemar, para
espantar los mosquitos esos del vino. Hace un calor infernal.
Cualquier cosa, lo compro yo y después le paso las boletas a
Santiago. Otro trabajo arriba del trabajo.
Y escuchar las
historias del viejo Ares (recorridos históricos de colectivos que ya
no existen, nombres de las calles, historia de los arreglos mecánicos
de su Falcon, “el
poderoso”,
le dice él) por millonésima vez. Otro trabajo arriba del trabajo
arriba del trabajo.
Mientras, voy
arrancando. Cuanto más avance solo, mejor.
A 3550 metros.
Y ahora la calle de tierra, más piedra que tierra, más pozos que
piedra ya. Y el agua reciente del canal desbordado ahora en esos
charcos. Derecho ese camino angosto, donde hay esas casas aisladas y
esas dos casas mellizas al final donde hay esas nenas siempre
jugando, corriendo, hamacándose. Mirarlas un rato así, a la pasada.
Día 8.
Cosas para el vino: Colador
Mostímetro
Manguera
(de metro y medio)
Embudo
Damajuanas
Corchos
Calendario de la
luna: Jueves 9 (luna llena), Viernes 17 (cuarto menguante), Sábado
25 (luna nueva).
Sábado 18: Primer
tanque (Cabernet)
Lunes 20: Segundo
tanque (Cabernet)
Miercoles 22:
Tercer tanque (Malbec)
Jueves 23: Cuarto
tanque (Merlot)
Viernes 24: Quinto
tanque (Blanco de mesa)
Y muchas botellas.
A 3450 metros.
Árbol luz árbol luz árbol árboles sauces eucaliptos tamariscos
filas de alamedas esos álamos blancos y después ese terraplén
donde antes había casas de quiénes un pedazo de tierra propio eso
algo chico para uno solo la luz del sol entre esos árboles plantar
algo trabajar un poco todos los días para no quedarse quieto no
hacer para los otros hacer para uno mismo no tener que volver a la
casa estar ya en la casa nomás salir a dar una vuelta eso sí a ver
a los conocidos cada vez menos conocidos algún asado vino un truco y
contarse unos cuentos para pasar el rato eso y después volver al
rancho de uno haberlo pensado diez quince veinte años antes lejos
tarde árbol luz luz luz árbol cada vez menos árboles y cada vez
más luz y ahora un barrio y calle calle calle arriba mucha calle y
gente y los años no vienen solos y la mujer y los hijos y los nietos
ahora y el tiempo cuesta arriba también cada vez más cuesta arriba
el tiempo.
Día 35.
Hay que ir viendo de trasegar el Cabernet, ya debe andar por los 13
grados. Le costó quemar todo el azúcar, pero con los calores que
han hecho estos días ya debe estar. Si Santiago trae el mostímetro
hoy lo vemos, pero no hace falta, el olor nomás ya está diciendo
que ya está.
Quiero hacer todo
el laburo de trasegado en siete días y sacarme eso de encima hasta
el invierno.
Eso. Trasegar lo
más rápido y limpio posible y después sí, dejarlo, ir llevándolo.
Día 42.
Ayer entró la menguante. Tarde, después de las siete, una vez que
el viejo Ares se fue, empecé a trasegar. Cada día se va más tarde
y llega más temprano. Esconde la bicicleta flaca esa (“la
galga”,
le dice él) y se prende pucho tras pucho. Ni mate se hace. Puro
fumar y pensar. A veces, lo veo desde lejos y está ahí, el pucho
siempre prendido y la vista perdida en la nada. En qué cosas
pensará, pienso.
Apenas me acerco,
se larga a hablar sin pausa. Yo le convido mate y lo escucho, cien
veces las mismas cosas. Pero no puedo escaparme de esa imagen suya:
el tipo sentado, mirando qué, esperando qué.
A 2 kilómetros
y medio.
Despacio entre el barro unos veinte metros, no, mejor volver y
agarrar otro camino, de dónde tanta agua tan de repente, algún caño
roto capaz y entonces el bar queda allá detrás de ese río que es
la calle, mejor otro camino, sí, otro bar en el centro.
Seguir pedaleando,
mientras un cigarro, despacio nomás, sin apuro, ese pibe se cree que
yo tengo treinta años todavía, yo voy despacio, sí, pero porque me
reventé trabajando toda la vida, para qué, si después un día te
hacés viejo, dicen que ya no servís para nada y te dan una patada
en el culo, a llorar a otra parte, qué mierda.
Sí, algún bar
del centro mejor, un vinito rápido por ahí.
Día 45. Ya
trasegamos todo el Cabernet y parte del Malbec. Vamos rápido. Ya el
primer día el viejo Ares agotó todo su repertorio relacionado con
el tema bodegas. Santiago pasó a la tarde y se quedó cerca de una
hora. Preguntó algunas cosas y también habló de las primeras
bodegas del valle, comparó recuerdos con Ares.
Menos mal que
trajo un par de damajuanas para ir teniendo y un libro sobre la
fabricación del vino en Alemania, no sé para qué.
Página 7.
Elaboración de vinos según guía del Rin, por el Ing. Hellmutt Von
Witgenstein. La Europa bucólica, Alemania. Entre castillos y ríos y
viñedos. Al suroeste del país, el Rin y su afluente el Mosela
serpentean entre paisajes pletóricos de belleza, las vides que han
convertido a esta región en la pujante zona vinícola que es......
Rüddesheim es una de ellas. Esta localidad en la Vía Oberstrasse,
un museo del vino...... StrauBwirtschaften en la concurrida
Drosselgasse...... Winningen...... un buen lugar actividad vinícola
negocio del vino completar la ruta...... zona de
Renania-Palatinado...... la región del Naheland a espaldas del Rin
ofrece itinerarios a pie o en bicicleta...... bodegas de la
zona...... visitar monumentos como el castillo de Ebernburg –refugio
de Lutero- en su ............ tranquilas poblaciones............
vinotecas Im Winniger Spital........................ la intención
del autor a través del presente volumen poner al alcance del novel
vinicultor las prácticas y procedimientos de la zona renana así
como las características del suelo, clima y gentes del lugar.
A 2 kilómetros.
Este camino es puro barro, no anda nadie tampoco, si la otra calle
está toda inundada por dónde irá la gente para el centro, por acá
estaba el cementerio viejo ahora que me acuerdo, de pibes veníamos a
robarle choclos al viejo zama, tocaba el acordeón el viejo zama me
acuerdo, había que meterse en el cementerio de noche sin luna y con
el acordeón ese triste sonando te lo traía el viento metía miedo,
entrar era mitad por los choclos y mitad para hacernos ver, yo
siempre me mandaba primero si lo pensaba dos veces capaz no lo hacía,
lo mismo cuando empezamos a meternos a las casas, éramos pibes, lo
mismo cuando entré de colectivero a la veinticinco de mayo o cuando
entré a la ford a trabajar de verdad, siempre así sin pensarlo
mucho para qué, veinte años ahí engrasado, mierda si habré hecho
cosas en la vida para comer y ahora tener que venir a parar a una
chacra a arreglar un tractor, un yon dir del año del ñaupa, y
arriba de eso tener que desbrozar, y después ayudar con el vino,
ayudar, yo siempre estoy para eso, para ayudar, ayudar nomás, ayudar
hasta que ni para eso sirva.
Día 47.
Fin del trasegado. Por fin, todo trasegado. Cabernet y Malbec a 13
grados y Merlot a 14. El Blanco de mesa derecho a las damajuanas,
unos doscientos litros.
Se apareció
Santiago a última hora con una bolsa de metasulfito de potasio o
bisulfito de no sé qué, dice que eso es para que no se pique el
vino. Yo le dije que bueno, que después le ponía. Una vez que se
fue, tiré la mitad por ahí para que se vea menos en la bolsa. Yo al
vino lo hice siempre igual, mi viejo y mi abuelo lo mismo, no voy a
venir a cambiar ahora. Mientras se haga el trabajo limpio y no tome
aire qué sulfito ni nada.
Dice además que
compró (o va a comprar) tres bordalezas de roble francés, cuánta
plata le habrá salido eso. El viejo Ares aparece, interrumpe, dice
que él conoció una vez a un francés cuando trabajaba en Río
Gallegos, intenta recordar el nombre, Bentey, Bersey, Berson, que
tenía un cuatro ele que andaba mal del burro de arranque y que lo
vendió o lo cambió por un quinientos cuatro flojo de aros y que
había mucho viento en Río Gallegos, un viento infernal. Todo eso
dice.
Santiago dice que
esta semana o la otra van a traer las bordalezas, que hay que
manejarlas con cuidado. Yo nunca trabajé con roble francés. Como
será eso, pienso, qué vino saldrá de esa madera. Algo hermoso.
-¿Leíste el
libro?- me pregunta Santiago.
Qué libro,
pregunto en mi cabeza. Ese libro del vino alemán, me respondo a mí
mismo.
Le digo a
Santiago:
-Estoy en eso.
Página 47.
Hay una gran cantidad y variedad de antisépticos. Para la
elaboración vinícola, estudiaremos el anhídrido sulfuroso. La
introducción de este compuesto ha significado un avance cuantitativo
sin precedentes en relación a los métodos más o menos empíricos
aplicados antiguamente en la elaboración del vino............ para
que durante el defangado el mosto no entre en fermentación, se le
agregará 20 a 30 g de anhídrido sulfuroso por hectolitro, es decir,
40 a 60 g de metabisulfito de potasio por cada 100
litros.................. vendimias de maduración normal: 20 a 25
g/hl de mosto........................ para vendimias muy
maduras.......................... una solución caliente de sodio al
3%........................si el consumidor no tiene grandes
exigencias en lo que respecta a la pureza del producto, puede
elaborar vino a partir de las diversas variedades y aún de sus
respectivos híbridos.
Día 69.
Un último trasegado. Pasamos todo a las bordalezas, en el galpón
grande del fondo, ahí hay mucho espacio y es bastante húmedo.
Seguro van a perder varios litros hasta que la madera se hinche.
Santiago probó de los tres vinos. “Va
bien”,
dice, no lo veo muy convencido.
Yo, en cambio, no
pruebo nunca el vino hasta el final, no hace falta. Yo sé cómo
viene, por el color nomás, por el olor. Ares no, parece. “A
ver”,
dice, una vez que Santiago ya se fue: junta los tres restos en un
solo vaso y lo despacha de un trago rápido.
Otra imagen fuerte
que tengo de él: esos ojos chiquitos, brillantes, que todo lo
escudriñan, que nunca descansan.
A 500 metros.
Allá
adelante parece que está cortada esta calle hoy viene todo cruzado y
para colmo me queda poco y nada de tabaco para un solo cigarro bien
fino una agujita no sé si fumarlo ahora o esperar y fumarlo cuando
llegue a algún barcito ahí me van a dar ganas de fumar y por acá
no sé quién carajo venderá tabaco ahora todo es cigarrillo en
paquete que ni gusto tiene y ahora para colmo parece que quiere
levantarse más viento puta que lo parió no si es como yo digo
algunos nacen con estrella y otros nacen estrellados.
Página 84
.............a veces se reemplaza el ácido tartárico por ácido
sulfúrico el cual se emplea en forma de solución al
1%...................... b) se agrega agua hasta una altura de 30-50
cm y se le adiciona 10 g de hipoclorito de sodio por hectolitro (100
litros) y se deja abierta la tapa superior de la
pileta................................................ que es
aconsejable, para una absoluta certeza de la integridad del vino
resultante, practicarle un análisis, para lo cual se deberá llevar
una muestra a un laboratorio de análisis enológicos, el que
dictaminará el grado de integridad del mismo, así como la necesidad
o no de practicarle las determinadas correcciones correspondientes.
Día 79.
Hoy empezamos a cambiar postes y alambres del primer cuadro de
Merlot. Vamos despacio, hace calor todavía y el suelo es muy
pedregoso ahí. Tenemos que hacer ochenta y siete pozos de más o
menos un metro de profundidad. Ares estuvo tan conversador como
siempre, yo decidí ir a su tiempo después de todo. Ahora que el
vino ya está, para postear y alambrar no hay mucho apuro.
Tarde vino
Santiago, tipo siete y media, ya estábamos tomando unos mates. Ares
ya había sacado la bicicleta del galpón pero Santiago ni se dio
cuenta. Podía pensar que era mía o de alguna visita, ahora que lo
pienso.
Vamos los tres a
ver el vino. Bajaron mucho las bordalezas, más de lo que
esperábamos, sospechosamente más. Vamos a tener que completar cada
una con algún vino parecido.
Tienen linda
pinta. Santiago prueba el primero, el Cabernet. No dice nada. El
color y el olor son muy buenos, pienso. Es una gran cosa esta madera.
Después, el Malbec. Pienso lo mismo, él sigue sin decir nada. El
viejo Ares me mira y sonríe, quién sabe qué quiere decir esa
sonrisa.
Yo sé que el vino
está bien, que es el mejor vino que haya hecho nunca, que cuando me
siente después (dentro de unos meses) a la noche en el patio y me
prenda un pucho y me sirva un vaso de este vino, voy a sentir una
felicidad indecible, cercana a las lágrimas. “Yo
mismo hice esto”,
voy a pensar, “yo
saqué esto de la tierra”.
Vamos al Merlot.
Santiago deja caer un apenas, lo mínimo de ese vino en el vaso y lo
paladea despacio, parsimonioso.
-Este sí- dice
después de una cantidad de tiempo eterna, los ojos aún cerrados,
una semisonrisa en los labios-. Este va a salir bueno.
A media cuadra.
Para qué carajo me habré mandado por esta calle ya me estoy
calentando este desvío no sé para dónde mierda sale creo que esa
es la mendoza sí y debo estar a la altura de las vías ya me parece
que me acuerdo que por acá había un bar que le decían el caminito
era del ruso sivisky que después se murió de un ataque al corazón
y quedó la mujer y la hija estaban buenas las rusitas no sé qué
habrá sido de ellas me parece que vendieron todo porque la última
vez que pasé ya había otro un negro grandote le dolía la cara de
indio que tenía ramírez rodríguez algo así igual un trago es un
trago en cualquier lugar y ahora qué bien me vendría un traguito
todo el día viendo y oliendo vino y hablando de vino para colmo ese
que hacen en la chacra es amargo y seco y lo prueban tibio y de a
sorbitos yo no sé qué le hayan de bueno el vino tiene que ser dulce
y hay que tomarlo bien fresquito cosa que mate la sed y el calor qué
sabrán esos dos de vino igual digo un trago es un trago ya es tarde
la vieja seguro va a pegar sus puteadas pero ya está qué se le va a
hacer puta madre acá también hay barro yo estoy seguro que por acá
estaba ese bar debe estar cerca sí creo que está ahí a la vuelta
nomás sí sí es ese ahí está.
De "Correspondencias Secretas" (Ediciones del Dock, 2015).
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