se congregan en mi lengua
en un solo nombre
hoy.
Solitaria y sagrada residente
del íntimo espacio ubicado entre
el sueño y la vigilia, señora
de cintura y caderas sabias.
Las suelas de sus antes sandalias
aún desdeñan la fidelidad
de la sombra y el agua.
Y si mis zapatos agradecen
la suavidad de sus ojos sábanas
es nomás
por el sencillo deseo,
por el primitivo amor al barro
de sus selvas cóncavas.
Sagrada y solitaria peregrina
desenvolviendo sonrisas
al borde de la siesta.
Casi esperanzado, rezo
esta oración improvisada y medida
en su honor.
Así la nombro
y la silbo despacio en la duermevela:
Salomé,
argamasa de mi creación
hoy.
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