no son las imágenes,
no son los sonidos.
Todo eso es
apenas
la corteza,
los ropajes, las telas
con que vestimos,
disfrazamos,
conservamos
la verdadera esencia.
El sentido, el motor,
el eterno intrínseco,
es el silencio.
El silencio velado,
el silencio invisible,
el silencio expuesto,
el silencio de espaldas.
El silencio sólido
que se oye
a través de las palabras,
en la imagen desacompasada,
en los bordes del sonido.
El residente de los huecos,
el impropio, el personal,
el que articulamos,
elevamos,
alimentamos,
negamos,
mentimos.
El dios tácito,
el oculto,
el omnipresente,
silencioso
constructor de mundos.
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