que pueda acariciar todas las noches
y desenredarlo
de punta a punta
con besos callados.
Ese cielo quiero colgar de tus ojos.
Y en tus pies
una melodía mansa,
para seguir tus pasos a la distancia,
construyendo tu rastro
con notas sueltas.
Un infierno cálido y mullido
que descanse entre columnas
griegas de plata,
que arda, se apague y resucite
una y otra vez de sus cenizas.
Ese infierno
quiero sembrar entre tus piernas.
Y en tu espalda, un eco
que guarde mis palabras
y las repita cerca de tu cuello
en esas noches separadas,
noches fuera de nuestro tiempo.
Quiero barro
para amasar un cántaro,
disfrazarlo de tu cintura
y abrazarlo en tu ausencia.
Quiero un retrato
tuyo y enseñarle a mirar
con la calma blanda de tus ojos,
ojos anchos y profundos
donde duermen
lagos imaginarios.
Un amor fantasmal,
eterno, pasajero,
un amor ligero que desvista
tus campos y plante
vestidos de colores
para tu alma.
Un amor que silbe
valses suaves en tu oído
y te acune despacio
antes de dormir.
Ese amor te quiero hacer.
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