te descubrí
en un libro de salmos
y después te perdí el rastro
en la revelación.
Me desentendí del caos,
puse mis huesos y mi lengua
al amparo de tu amor.
Y después dirás
que fue el tiempo
el que zozobró este cuerpo,
dirás
que no soy el mismo,
que la dura distancia
deformó mis cauces.
Te busqué
fumando malvones en la vereda,
plantando girasoles en mi cabeza,
cantando, golpeando puertas
hasta enmudecer.
Y después dirás
que nada es cierto,
que sólo estuve esperando
cielos errabundos,
dirás que anduve
sembrando el silencio a tus espaldas,
comiendo el pan de un sol
que ya se secó.
Pasarán las palabras,
se pudrirán los pasos,
la memoria se desvestirá en espejismos
y los talones de la luz anclarán en el viento
y aún entonces
seguiré desenredándote,
triste,
solo,
insólito,
inquieto,
amado,
odioso,
desheredado dios.
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