era negra y suave como el hollín
andaba por los caminos con arrogancia
y no permitía que nadie me mandara
qué hacer.
Mi palabra y mi voluntad
eran mi única ley, y mi filosofía
consistía solamente en vivir
cabalgando sobre mis instintos.
Así, a lo largo y a lo ancho de mis años,
muchas veces me perdí y me volví a encontrar.
Ahora estoy viejo
y mi barba luce muchos colores.
Estoy algo cansado, pero aún ando
fatigando los mismos caminos
que pisaba cuando era apenas un joven.
No sé si soy el mismo en realidad,
no sé si los caminos son iguales:
nunca pienso mucho en esas cosas
ni me hago demasiadas preguntas.
Pero hace un par de días
un sentimiento extraño y oscuro me ronda.
Algo innombrable para mi alma se avecina,
y tengo miedo,
porque todavía me persiguen
el hambre y la sed,
todavía siento
el frío en las piernas
y todavía
la duda sigue siendo duda.
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