antes de que no haya nada que dejar.
Dejo
para después poder regresar por algo.
Para que mis laderas cesen
de traspirar recuerdos,
para que el pasto del silencio
crezca sobre mis labios.
Dejo para no seguir
intercambiando pesos y medidas
grises con el tiempo, vociferando
con quieta desesperación
pasos callados.
Dejo para estar
espalda con espalda con la tierra,
contemplando cielos insepultos,
esperando juntos el ocaso
que nos haga uno
y con la tierna hierba del olvido
creciendo sobre mis párpados.
Dejo
para terminar de alguna forma,
para no andar arrastrando
con violenta resignación
palabras inmóviles.
Dejo, en fin,
abandonando, partiendo,
moviendo, articulando,
uniendo, creando y parodiando
múltiples formas de dejar,
y deseando
que los hambrientos pastizales de la ausencia
florezcan, feroces
sobre mis párpados.
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