antes y después de este instante.
Cuánta respiración latente
detrás de este aliento lerdo
contra el vidrio de la ventana.
Y en la calle
el agua cansada
de tanto caer
cae y sigue cayendo,
se desmigaja contra el asfalto,
se hace pan de los perros.
Acostumbrada,
la fidelidad del suelo,
inventa y murmura adioses...
Inmóviles, de espaldas
a la penumbra del cuarto
los dioses de la lluvia dibujan
silencios apenas rotos
en las caras de hombres y mujeres
que rompen la monotonía de la tarde.
Y en el baño,
la paciencia del espejo,
llora en silencio, extraña...
Afuera, hijos e hijas del sol
derraman su amor y su no amor
en palabras sin cauces,
cantan y callan a un alguien
definido en un dónde claro,
construyen y sepultan
lugares comunes y propios.
Y adentro,
florece el destiempo y el desespacio...
Tantas victorias y derrotas, pienso
distintas de esta firme renuncia,
tanto estar y desestar,
tanto irse y volver de otros,
y yo raro, casi ajeno,
descomponiendo la tarde con los ojos.
Tanto domingo lloviendo,
y yo casi ajeno, raro, pienso
el aliento lerdo contra la ventana
queriendo saber
apenas, al menos
dónde estoy.
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